lunes, 1 de agosto de 2011

Desayuno.

Sentía ya los primeros rayos de sol golpeándole en la cara como si le estuvieran avisando que ya era tiempo de levantarse para comenzar la nueva lucha cotidiana. Fulgencia abrió los ojos, vio su celeste y uniforme pared iluminada por la luz que se colaba por la ventana, sus cataratas le anunciaban la vejez prematura pues setenta años no son ni muchos ni pocos, sólo son setenta años. Se levantó tambaleando por el tiempo, se arrastró pese al frío hasta la cocina y suspirando recuerdos de juventud preparó su solitario desayuno. Observaba de a ratos el congelado patio de su casa como si le fuese a dar la respuesta de cómo luchar contra los años de soledad. Sin esposo ni hijos, era sólo Fulgencia en su casa de Solano, arrasada por los recuerdos de una vida mejor o lo que ella creía que era una vida mejor.
La miseria ya se hacía notar en los surcos que formaban las manchas de vejez sobre la piel de la pobre. Se sentó en su triste cocina y tomó un cuchillo con el fin de cortar el último trozo de pan en la semana, pero el recorrido de su mano viró bruscamente para distraerse haciendo un ademán de saludo al hombre que siempre quiso y que nunca se envalentonó a confesárselo, éste se acercó hasta la ventana y le sonrió de una manera de que me hubiese gustado que sea connatural a la existencia de ella. Fulgencia lo invitó a pasar y se hizo muy pronto el momento en que ambos tomaban un café agarrados de la mano. De repente la miseria parecía morir y destellos de luz blanca resplandecían ante sus ojos mientras se desangraba de felicidad.

¡Plaf! Sonaba la cámara de foco policial registrando el rostro de su nueva víctima. Denunciada por un vecino, Fulgencia había sido encontrada muerta con sus ojos observando aquel foco que sustraía una parte de ella y las venas abiertas. Era impresionante el olor a muerte que se sentía en aquella casa. El barrio conmocionado afirmó que la pobre no tenía motivos para vivir y que tampoco se esforzaba por encontrarlos, que la mujer estaba muerta incluso antes de su muerte…


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